miércoles, 7 de mayo de 2008

El Genocidio en marcha

Chaco presenta los peores indicadores sociales, económicos, sanitarios, educativos y ambientales de la República Argentina, que lo asemeja o lo acerca a los países medios de África.

Se cree que en la provincia quedan aproximadamente 60.000 aborígenes de las tres etnias (30.000 tobas, 20.000 wichís y 10.000 mocovíes). De ese total el 96 % vive debajo de la línea de indigencia más otro 2% que vive bajo la línea de pobreza.

La corrupción, la ineficiencia, la indiferencia, el desprecio, el olvido y los intereses llevaron a la extrema pobreza, a la indigencia y a la exclusión terminal de los pueblos originarios del Chaco. Como resultado, las enfermedades endémicas (chagas, tuberculosis, etc.) y la desnutrición de tercer grado están diezmando a sus poblaciones. Las comunidades fueron abandonadas. Nuestros pueblos originarios están en vías de extinción.

En la antigüedad los tobas eran cazadores y pescadores, se movían en un espacio determinado, por un tiempo determinado, y luego migraban hacia otro lugar, repitiendo esta situación, para dejar descansar el monte y permitir que los recursos naturales se fueran reponiendo. Progresivamente fueron arrinconados en espacios muy reducidos, con montes que están agotados y que no se pueden reponer. Era un pueblo nómade, ahora obligado a ser sedentario.

Se implementó la ampliación de la frontera agropecuaria, es decir todo el monte fue usurpado para cultivar soja de manera desquiciada, sin control, como monocultivo y sin rotación. Pronto el monte será un páramo árido.

Por otra parte, el aprovechamiento forestal irracional, sin control del Estado que apunta a las maderas más preciosas como el algarrobo, el quebracho y el lapacho, agrava la situación.

El algarrobo es de fundamental importancia, porque a través de la algarroba las comunidades indígenas obtenían las proteínas, era el eje central de la dieta proteica. Actualmente su dieta diaria se compone básicamente de harina y grasa, por lo que son poblaciones atrapadas por la anemia generalizada: les falta proteína, hierro, calcio, potasio, etc., todo lo cual les genera cuadros de hipertensión, diabetes y otras patologías que se combinan con la tuberculosis y el Chagas, asociadas a la desnutrición. En la dieta no aparecen la carne, las frutas, verduras, hortalizas, etc.

A ello se suma el hecho de que consumen escasas cantidades de agua, y de muy mala calidad, porque la obtienen de charcos y represas que comparten con los animales domésticos y silvestres. Según entrevistas realizadas las personas toman apenas 200 ml. de agua por día.

En vez de atención social y sanitaria de las poblaciones indígenas, crece el clientelismo político para dividirlos, manejarlos y someterlos. Terminaron por ser configurados como ciudadanos de segunda.

Frente a este cuadro desgarrante y de verdadero exterminio o eliminación colectiva, los gobiernos publican que llevan adelante políticas de protección y de fomento de las comunidades originarias. Mientras tanto, las enfermedades y las muertes se llevan cada día más victimas.

Ante esta cruda y antigua realidad, la respuesta del mundo aborigen es sorprendentemente prudente y silenciosa. Este mundo se muestra callado. No existen corridas, gritos, ni reclamos. Es una forma de vida casi incomprensible frente a las adversidades. Nadie interrumpe nada. Parecería que todo está bien; sin embargo, ganan las enfermedades y la muerte, que parece que llegaron para quedarse en estos pueblos. A pesar de todo esto, casi nadie se desespera y tiene ansiedades. Fueron separados para que se enfermen y mueran.

Fuente: Centro de Estudios e Investigación Social Nelson Mandela DD.HH